27 de noviembre de 2009

La última bala que me queda la reservo para mí

En cada aliento, en cada paso por las frías aceras de la ciudad, no se ve la luz al final del túnel. Es una cuestión de perspectiva. Me asalta la duda, ¿Dónde queda ahora la delgada línea roja? Es la brisa que me trae y me lleva, que agita la cebada, que permanece, la que me mantiene al pie del Reichstag, con la bandera roja entre los dientes. El vacío lo lleno con la incomunicación. Irreductible por dentro. Eso es lo inquebrantable, el último aliento. Cotidianamente convencido de que esta lucha no acaba aquí, dispuesto a aceptar que somos balas en la recámara. Somos el segundo antes de que todo explote.

Los acontecimientos se han sucedido estos meses con la implacable violencia a la que nos tienen acostumbrados. Hay veces que los sentidos quedan sepultados bajo los escombros. Nada queda de muchas esperanzas que se construían al calor de otro mundo que no acaba de ser posible. El egoísmo en cada pensamiento se ha instalado con fuerza inusitada, y las fuerzas me abandonan cuando me miro en el espejo. Pero sé que estás ahí, y a ti te escribo. Para que sigas a tu instinto. Para que no pienses que esto se a acabado. Como células vivientes, despiertas y nada dormidas. La deriva continua pero sé que estás ahí, se que tu lucha es mi lucha, que estás sol@ en la barricada, que el frente es duro, que los días pasan despacio. Pero en todos nuestros corazones, como los hombres libro de Bradbury, albergamos un mensaje de resistencia y acción que sigue vivo.

Esta va por el Joako, el Duende y la Issis.

24 de noviembre de 2009

Nudo en la garganta

Nadie nace enseñado, pero que jodido resulta a veces ir aprendiendo. El conocimiento nunca es gratis y siempre tiene un coste. A todos, hay cosas que se nos atragantan, que nos llenan de rabia y frustración. Casi siempre, lo que nos llevamos de bueno en estos casos, suele ser la aceptación del error como un hecho, como una circunstancia ineludible, fruto de nuestra divina imperfección. No es fácil mantener la calma, ni reconocer los errores, y sin embargo, resulta imprescindible tener paciencia con los demás, y sobre todo, con uno mismo.
Nunca me ha convencido la idea de ser perfeccionista. La perfección no da historias que contar, no hablaríamos de nada si los acontecimientos dieran vueltas sobre leyes científicas. Las anécdotas, los chistes, y la mayoría de las leyendas urbanas se basan simplemente, en los errores (siempre que no sean los nuestros) y no en las virtudes. Claro que admito que esto es solo una forma de verlo. Todo forma parte de una aspiración, la de poder ver la perspectiva cómica y ridícula de nuestras intensas existencias, a menudo, centradas en microcosmos imposibles de superar, nuestros egos.

Una determinada forma de ver las cosas.

Me gusta mirar los segundos del reloj y sentir el paso del tiempo, escuchar su lenta marcha sinfónica a través de los parpadeos de quienes nos rodean. La vida está llena de momentos emocionantes que nuestros mecanismos cerebrales van tatuando en la masa gris que rellena esa cosa que llevamos pegada a nuestros hombros. Tal vez, reírnos sea imposible ante la desgracia, pero siempre nos quedará el recurso del ridículo, de nuestra propia puesta en escena, llena de garra y entusiasmo. Me gusta pensar que la llenamos con instantes que jamás pasarán porque ya forman parte de la historia, y que nadie se rinda, los cobardes no entran en las habitaciones en las que está escrito en la puerta: “Solo para locos”.

16 de noviembre de 2009

Dicen

Dicen, y digo bien, dicen, porque yo no lo he visto, que en los países comunistas la gente pasaba el tiempo en largas colas para conseguir alimento. Ni lo creo ni lo dejo de creer. Lo que si ven mis ojos, y verán de aquí a Navidad son las largas colas en Gran Vía para comprar un montón de décimos de lotería. Y no me parece ni bien ni mal (Note el lector mi tono nihilista en el post de hoy). Cada cual que haga lo que le de la gana. Aunque tanta hipocresía con el aniversario de la caída del muro de Berlín me ha levantado el estómago. Insisto en el hecho de que tanta propaganda barata del capitalismo apesta. Si el muro era malo a razón de la gente que quería escapar de un lado al otro, habría que hacer un puente de arcoiris que trajera a todo el continente africano a nuestras calles y plazas. Claro que estos no son héroes que tratan de huir del terrible comunismo. Son solo negros muertos de hambre. No tiene tanto mérito.

Por otra parte, trato de imaginar que coño se le pasa a la gente por la cabeza. Ando barruntando la idea de criticar todo el rollo de la socialdemocracia y su arakiri. De como esta dinámica nos lleva arrastrando mucho tiempo, demasiado. Llevo tiempo pensando en hablar de como UGT y CC.OO juegan a ser los niños buenos del colegio. Y por cierto, ¿Quién este señor extraño, Cayo Lara, que ahora habla de huelga? Sencillamente deprimente. Me encanta plagiar, así que plagiaré a Woody Allen en su magnífica frase de: "Yo soy un reaccionario sabe, pero de la izquierda". No se puede estar más alejado de la calle, que es donde se maneja el cotarro. Hasta el PP, que domina en mi pueblo como ya hubiera querido Julio Cesar dominar a los galos, no ha tenido cojones a traer otro Zaplana a dar el pregón de las fiestas desde que se la liamos, y parda. La izquierda ha perdido la calle, y de hecho me atrevería que la ha ganado la derecha. Y esta es una clave de la actual situación.


El otro día entre caña y caña, un colega me apuntó la idea de que tal vez no existiera la tan mencionada pobreza intelectual, y que probablemente se estaba errando de manera deliberada en señalar intelectuales que no lo eran. Me parece una reflexión acertada, lo intelectual no quita lo valiente.

Esta semana B.S.O con dedicatoria especial al Txarro de Calaveras.



8 de noviembre de 2009

El bosque de olmos

Después de tantos días, tantos ensayos, tantos papeles tirados. Después de tantos nervios e ilusiones todo se desvanece como un sueño. Lo más parecido a un examen, en el que el único objetivo es conseguir contar algo, tener la suerte de encontrar una comunicación. Lo cierto es que lo único que pretendo al escribir líneas es contar un poco de lo que atraviesa el alma. Tengo la fortuna de mi parte, lo sé porque tengo amigos, los mejores que se pueden tener. En cada uno de ellos he encontrado la confortable sensación de sentirme a gusto.


No es melancolía, es una sensación distinta. Es una mezcla de dolor en la boca del estómago la que me asalta de vez en cuando, en momentos en los que me gustaría abrazaros a todos y siento que no puedo.Todos y cada uno de ellos forman parte de la historia. Así que lo mejor fue poder reunir a tantas ramas del árbol, con sus hojas, con sus frutos, hasta la última celdilla de la clorofila que por el día me da el oxigeno para respirar y que por las noches me adormece con su embrujo de carbono. La savia que corre por las venas y los anillos de la edad van ensanchando la experiencia de quien crece sin moverse del sitio. Voy comprendiendo que las raíces son las que tenemos, que no podemos cambiarlas, y que aún así somos lo que vemos, un auténtico bosque de olmos.

B.S.O recomendada esta semana.