29 de febrero de 2012

Cuando se puso el Sol de la Ciudad a Poniente

Dejé con esfuerzo la mochila roja sobre el suelo de aquella habitación de Ventas. Seguía conteniendo la misma cantidad de sueños e ilusiones que la primera vez. Me senté en el catre y miré por la ventana, allí comencé a observar como caía, por primera vez, el sol de Poniente; ese que me ha guiado durante estos años por las calles de Madrid. Al principio frío y soledad, intentando siempre mantenerme fiel a mi mismo. Te agarras a quien has sido, hasta que comienzas a ser quien serás. Luego vuelves a ser tú mismo aunque ya has cambiado. Hoy cerramos La Ciudad a Poniente, contento por haber disfrutado de su anaranjada luz.

De autobús en autobús, de metro en metro, de calle en calle, he ido mimetizándome con los infinitos bloques de ladrillo que ensanchan este pulpo de hormigón. Soñé con ello y después se hizo realidad. He compartido momentos maravillosos con muchos amigos, hermanos, que me han acompañado en este viaje de Lavapiés a Vallecas, de Villaverde a Tetuán, de La colmena al Parque del Oeste o de La Elipa a Ópera. Tertulia política a base de litros de cerveza. Conciertos, fiestas y cenas infinitas. Y por supuesto, lo más importante de mi vida, haber encontrado a Gloria. Mi amiga, mi confidente, mi compañera de viaje, mi esposa, la persona que me ha enseñado el verdadero sentido de la palabra amor y que me da cada día la alegría necesaria para vivir.

Estos tiempos llamados de “crisis” son también tiempos de oportunidades. Estamos de lleno en el Año del Dragón, propicio para cambios y nuevos proyectos. Toda apuesta implica un riesgo y una pérdida, a menudo la única forma de ir más allá es pasar por el sacrificio. No hay día, ni momento, en el que no me planteé si las decisiones que estoy tomando son acertadas o equivocadas. La experiencia me demuestra que en el camino solo puede continuar en una dirección, hacia delante; y que como el tuareg en el desierto, aunque sea para volver hacia atrás, nunca hay que seguir exactamente los mismos pasos.

Por estos y otros motivos hoy cerramos La Ciudad a Poniente. The West City detiene su rotativa y su contenido se irá flotando como basura cibernética en la inmensidad de la red. Estas líneas me han servido para acercaros mis impresiones sobre Madrid, esta ciudad que amo con insana cordura. Estas líneas han sido el químico necesario para llevaros conmigo cuando estabais lejos, el catalizador para teneros a mi lado cuando os extrañaba. Por eso este último post no lleva fotos, para que sean vuestros recuerdos los que lo ilustren.

Ha sido un placer y un honor poder hablaros del calor del verano, de la exposiciones, de la noche madrileña, de la Gran Vía, de las cervezas, de las copas, de los encendidos debates políticos, de los nazis, de Vallecas y de Tetuán. Guiris y policías, manifestaciones de Cibeles a Sol y de Atocha a Tirso de Molina. Y un sin fín de sensaciones que palpitan en cada paso que doy por esta maldita urbe.

El destino, del otro lado del charco. Haciendo, lo único que sé hacer. Siendo, quien sigo aprendiendo a ser. Desde la redacción de La Ciudad a Poniente daros las gracias por todo el apoyo y aseguraros que dejamos la puerta abierta a una próxima incursión en la Red. Un nuevo “Ven y cuéntalo”, también en clave de: rojo, verde y blanco. Un fortísimo abrazo. Nos vemos por las calles, por los bares, por las ciudades y las montañas, por los parques y por los conciertos, aquí o allá; el tiempo nos da la razón, lo importante no es el tener, es el ser.