8 de noviembre de 2009

El bosque de olmos

Después de tantos días, tantos ensayos, tantos papeles tirados. Después de tantos nervios e ilusiones todo se desvanece como un sueño. Lo más parecido a un examen, en el que el único objetivo es conseguir contar algo, tener la suerte de encontrar una comunicación. Lo cierto es que lo único que pretendo al escribir líneas es contar un poco de lo que atraviesa el alma. Tengo la fortuna de mi parte, lo sé porque tengo amigos, los mejores que se pueden tener. En cada uno de ellos he encontrado la confortable sensación de sentirme a gusto.


No es melancolía, es una sensación distinta. Es una mezcla de dolor en la boca del estómago la que me asalta de vez en cuando, en momentos en los que me gustaría abrazaros a todos y siento que no puedo.Todos y cada uno de ellos forman parte de la historia. Así que lo mejor fue poder reunir a tantas ramas del árbol, con sus hojas, con sus frutos, hasta la última celdilla de la clorofila que por el día me da el oxigeno para respirar y que por las noches me adormece con su embrujo de carbono. La savia que corre por las venas y los anillos de la edad van ensanchando la experiencia de quien crece sin moverse del sitio. Voy comprendiendo que las raíces son las que tenemos, que no podemos cambiarlas, y que aún así somos lo que vemos, un auténtico bosque de olmos.

B.S.O recomendada esta semana.

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