En cada aliento, en cada paso por las frías aceras de la ciudad, no se ve la luz al final del túnel. Es una cuestión de perspectiva. Me asalta la duda, ¿Dónde queda ahora la delgada línea roja? Es la brisa que me trae y me lleva, que agita la cebada, que permanece, la que me mantiene al pie del Reichstag, con la bandera roja entre los dientes. El vacío lo lleno con la incomunicación. Irreductible por dentro. Eso es lo inquebrantable, el último aliento. Cotidianamente convencido de que esta lucha no acaba aquí, dispuesto a aceptar que somos balas en la recámara. Somos el segundo antes de que todo explote.
Los acontecimientos se han sucedido estos meses con la implacable violencia a la que nos tienen acostumbrados. Hay veces que los sentidos quedan sepultados bajo los escombros. Nada queda de muchas esperanzas que se construían al calor de otro mundo que no acaba de ser posible. El egoísmo en cada pensamiento se ha instalado con fuerza inusitada, y las fuerzas me abandonan cuando me miro en el espejo. Pero sé que estás ahí, y a ti te escribo. Para que sigas a tu instinto. Para que no pienses que esto se a acabado. Como células vivientes, despiertas y nada dormidas. La deriva continua pero sé que estás ahí, se que tu lucha es mi lucha, que estás sol@ en la barricada, que el frente es duro, que los días pasan despacio. Pero en todos nuestros corazones, como los hombres libro de Bradbury, albergamos un mensaje de resistencia y acción que sigue vivo.
Esta va por el Joako, el Duende y la Issis.
1 comentario:
Que bien que alguien te recuerde.
Sobretodo cuando no podemos sacarnos de la cabeza a los que nos han arrebatado.
Un abrazo y hasta nochebuena!
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