Hace días que ya no te escribo, se me hace difícil a veces encontrar el tiempo necesario para dedicarte un momento. A menudo salgo de currar con la terrible sensación de que algo se me ha olvidado y no me puedo concentrar en dedicarte estas líneas. Los días se suceden, este 2010 ha comenzado con mejor suerte que la que nos acompañaba a estas alturas de 2009. El otro día resultó que fue el año nuevo chino. Hemos entrado en el año del Tigre, esto me trae grandes reflexiones sobre China. El país que en breve pasará a dominar el Mundo. Comentábamos hace poco en una comida que quizás deberíamos dejar de mirar a los chinos de arriba hacia abajo, y comenzar a mirarlos hacia arriba, desde luego ellos ya no lo ven desde el mismo prisma. Se calcula que va a ser la quinta vez que China domine el mudno. Quien pudiera imaginarse que aquellos a quienes siempre encontramos tras un mostrador para vendernos casi cualquier cosa van de cabeza a ser los amos del mundo. Pero así es, y si a los asiáticos nadie pudo igualarse con el rollo comunista, parece que tampoco van a tener parangón en la ejecución del capitalismo.
Por el momento, y hasta la fecha, me declaro fan del Follonero y de su programa Salvados. Aunque no siempre resulta igual de edificante, tiene momentos bastante interesantes, como cuando fue al Pazo del inefable general Armada y charló por móvil con el sobre el cultivo de las flores en Galicia y el golpe de estado del 23-F. La semana pasada abordó el tema de los chinos en los polígonos industriales en Madrid preguntado a los gitanos que van comprarles género para los mercadillos. Ya solo el planteamiento me pareció interesante. También fue curiosa sus manera de entrevistar a un opulento empresario chino. Quién a pesar de no entender bien el concepto de qué es un sindicato se enfadó bastante al ver al mismísimo Mao en la etiqueta de una cerveza que el Follonero le mostró. Curioso.
Nada parece que pueda detener el fenómeno de la tierra de los emperadores, yo por si acaso ya me he reconciliado con el chino de la esquina, aunque sigo teniendo reticencias con algunos de ellos, bueno, pues bienvenidos sean. No bajo el tópico de “es que han venido a trabajar”. Pues el tema de las fronteras yo no lo acabo de tener muy claro. Más bien diría que todos salimos ganando. Paso todos los días por delante de un instituto cuando los chavales salen de clase. La macedonia de caras, tipologías y estéticas que observo me llena de felicidad. Y aunque se el camino de la integración esté plagado de trampas, ya desde el propio planteamiento, estoy convencido que ya que hemos de compartir este abstracto de barco que es la vida lo mejor es conocernos todos y aprender unos de otros. En Madrid cada día escucho decenas de idiomas distintos, algunos absolutamente arcanos para mí, y la verdad es muy bonito. También percibo mucho racismo de aquellos que se llaman a si mismos de aquí, cuando ni 100.000 de los casi 4 millones de personas que habitamos esta ciudad tenemos un sólo abuelo nacido en Madrid. Es ridículo, pero parece que inevitable, ¿O no? ¡Salud y Anarquía!
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