19 de febrero de 2010

"Y yo, por mi parte, quiero dar la bienvenida a nuestros nuevos amos, los insectos", Kent Brockman

Querido blog:

Hace días que ya no te escribo, se me hace difícil a veces encontrar el tiempo necesario para dedicarte un momento. A menudo salgo de currar con la terrible sensación de que algo se me ha olvidado y no me puedo concentrar en dedicarte estas líneas. Los días se suceden, este 2010 ha comenzado con mejor suerte que la que nos acompañaba a estas alturas de 2009. El otro día resultó que fue el año nuevo chino. Hemos entrado en el año del Tigre, esto me trae grandes reflexiones sobre China. El país que en breve pasará a dominar el Mundo. Comentábamos hace poco en una comida que quizás deberíamos dejar de mirar a los chinos de arriba hacia abajo, y comenzar a mirarlos hacia arriba, desde luego ellos ya no lo ven desde el mismo prisma. Se calcula que va a ser la quinta vez que China domine el mudno. Quien pudiera imaginarse que aquellos a quienes siempre encontramos tras un mostrador para vendernos casi cualquier cosa van de cabeza a ser los amos del mundo. Pero así es, y si a los asiáticos nadie pudo igualarse con el rollo comunista, parece que tampoco van a tener parangón en la ejecución del capitalismo.

Gracias por todo lo que nos has enseñado.

Por el momento, y hasta la fecha, me declaro fan del Follonero y de su programa Salvados. Aunque no siempre resulta igual de edificante, tiene momentos bastante interesantes, como cuando fue al Pazo del inefable general Armada y charló por móvil con el sobre el cultivo de las flores en Galicia y el golpe de estado del 23-F. La semana pasada abordó el tema de los chinos en los polígonos industriales en Madrid preguntado a los gitanos que van comprarles género para los mercadillos. Ya solo el planteamiento me pareció interesante. También fue curiosa sus manera de entrevistar a un opulento empresario chino. Quién a pesar de no entender bien el concepto de qué es un sindicato se enfadó bastante al ver al mismísimo Mao en la etiqueta de una cerveza que el Follonero le mostró. Curioso.

¿Eh o qué?

Nada parece que pueda detener el fenómeno de la tierra de los emperadores, yo por si acaso ya me he reconciliado con el chino de la esquina, aunque sigo teniendo reticencias con algunos de ellos, bueno, pues bienvenidos sean. No bajo el tópico de “es que han venido a trabajar”. Pues el tema de las fronteras yo no lo acabo de tener muy claro. Más bien diría que todos salimos ganando. Paso todos los días por delante de un instituto cuando los chavales salen de clase. La macedonia de caras, tipologías y estéticas que observo me llena de felicidad. Y aunque se el camino de la integración esté plagado de trampas, ya desde el propio planteamiento, estoy convencido que ya que hemos de compartir este abstracto de barco que es la vida lo mejor es conocernos todos y aprender unos de otros. En Madrid cada día escucho decenas de idiomas distintos, algunos absolutamente arcanos para mí, y la verdad es muy bonito. También percibo mucho racismo de aquellos que se llaman a si mismos de aquí, cuando ni 100.000 de los casi 4 millones de personas que habitamos esta ciudad tenemos un sólo abuelo nacido en Madrid. Es ridículo, pero parece que inevitable, ¿O no? ¡Salud y Anarquía!

4 de febrero de 2010

Vidas de escayola

Hoy no voy a ir al basket. Lleva todo el día con el txirimiri y la precaria pista en la que jugamos estará encharcada. Durante todo el día se escuchaban sirenas de un lado para otro, ha hecho frío y para colmo se me ha roto un aircular del Mp-3 y eso complica la digestión de los días.
El otro día estábamos en casa comiendo, serían como las tres y pico y de repente sonó el timbre. Con un poco de sobresalto fui al telefonillo y contesté. Recibí una explicación un tanto peregrina sobre un tema del seguro del edificio y unas goteras. Sin abrir la puerta exterior salí a atender la requisición y a enterarme bien, me limpié las manos con la servilleta y salí a la calle. Un tipo con cara aguda y unos cuarenta años, libreta en mano me soltó un confuso rollo acerca del bajo, la dueña, el seguro del edificio, el administrador y unas goteras. Tras escucharle atentamente me pidió entrar a casa para ver las goteras. Por supuesto que le negué dicha iniciativa. Al pedirle que se identificara hizo un conato de marcharse. Cosa que no acabé de entender puesto que le estaba pidiendo que me clarificara la situación. Se puso una gorra en su brillante calva y se largó. Ahora, y atando cabos, no me cabe ninguna duda de que se trataba de un estafador / ladrón.

Así o más...

De regreso a la jornada de hoy, llegué por la tarde mientras barruntaba la necesidad de volver a escribir en este blog. En la puerta del curro estaban los bomberos con la puerta abierta. No vi humo salir de la oficina así que entre bromas le comenté al jefe esa situación. Éste se temió lo peor pues la cosa venía de lejos.
De repente los bomberos entraban y salían de la oficina sin explicar muy bien que es lo que pasaba. Un tipo bastante pesado con su barriga enorme se sentó en el escritorio a tomar no sé que datos. Os aseguro que ninguno querríamos que este individuo estuviera de guardia si nos tuvieran que rescatar. La burocracia funcionaba a contrarreloj preparando su circo. Al cabo de un rato, de entradas y salidas; aparecía por la oficina un tipo de fina estampa franquista, con una identificación a la que parecían haberle borrado el águila hace bien poco, y tapando el bolsillo de su rancia americana luciendo unas gafas con cadenita dorada incluida. Bomberos, policía local, y un montón de trabajo sobre las mesas, llamadas que no paraban de saltar en los teléfonos. El lío era monumental. El desencadenante, una señora de varios pisos más arriba que decía que el edificio estaba en peligro de derrumbe. Seguía llegando gente a la oficina, del Ayuntamiento, de una empresa de obras subcontratada por el Consistorio, más gente del Ayuntamiento que solo hablaba por el móvil con su familia. El camarote de los Hermanos Marx en plena performance. El administrador de la finca y la vecina que quería entrar a meter bulla y mi jefe que mantenía la calma aunque desesperado por dentro. Todo se sucedía. Y el trabajo que se acumulaba. Nada parecía poder remediar que los bomberos y el señor de las gafas con la cadenita dorada abrieran un boquete en el techo.
Ilustración robada de este blog.

De nada sirvieron las informaciones de mi jefe; quien no paraba de explicar que la estructura había sido recientemente restaurada, que la oficina estaba recién pintada, que estábamos hasta arriba, y sobre todo, que las fotos que la señora de arriba presentaba eran falsas y anteriores a la reforma. Reforma ésta que para colmo estaba sellada por el propio Ayuntamiento. Ávidos por picar la escayola comenzaron a abrir un boquete en el techo de la oficina a picotazo limpio, el ruido era ensordecedor y la escena rozaba lo dantesco. Y pues sí, las vigas, los ladrillos y la estructura estaban perfectamente. Luego, vaya ni una disculpa ni nada. Unos, que eran de la oficina del Ayuntamiento me pidieron un recogedor y una escoba y dieron cuenta de los escombros, aunque quedó el polvillo ese mítico de cuando picas escayola claro. Después, sacamos el curro adelante como pudimos y conseguimos no salir tarde. Ante tanto circo, tanto esperpento y tanta inutilidad, más allá de evocarme a Berlanga, me trajo una reflexión, y espero haberla compartido con vosotros.

Viva la vida por la patilla.