¿Cuál es mi ideología? ¿Cómo se puede expresar todo lo que pienso en una papeleta electoral? ¿Cómo puede haber poesía después de Auswitch? ¿Nos dignifica el trabajo? Intento responder todas estas preguntas que rebotan en mi cabeza como una bola de pin-ball. Hubo un momento en el que creía tener respuestas, y fue agradable tener una certeza, fueron días de felicidad. Sin embargo, un día esas respuestas no encontraban las preguntas correctas. Y en ese momento, me monté en mi barca y decidí recorrer el río del escepticismo. Es difícil escribir sobre la libertad. Lo eres o no. No hay término medio, y sin embargo, vivimos en un eterno limbo, en una eterna búsqueda.
Hace mucho que abracé una causa concreta. Desconozco si tiene un nombre, si está o no escrita en libros, sagrados o no. Es un significado, como lo es Omar Little, y está en el viento. Vientos del pueblo que me llevan y que me encuentran su concreción; en los gestos, en los momentos exactos, en las decisiones, en los avatares, en las personas que con toda su humanidad, sus fallos, sus errores y sus defectos, nos han dado ese sentido de existencia. Es una, la causa en la que te lías cigarrillos con las hojas de El Capital, en la que encuentras que no hay mucha diferencia entre las balas y las palabras, en la que al final del túnel no te espera una Cruz de Hierro, si de verdad quieres saber dónde crecen.
A menudo la historia demuestra que los bandos se forjan más a la contra que a favor. Como Rohan y Gondor, como Michael Ironside en V y como Bogart en Casablanca, mi ideología es más un sentimiento que una serie de preceptos. Es como un cómic, con buenos y malos, villanos y heroínas. Y es que a mi lo que me gustan los antihéroes, me gustan los buenos muy malos y odio a los malos muy buenos. Cuando tu personaje preferido de Bola de Drac es Vegeta, cuando tus futbolistas favoritos son Paul Gascoigne y Eric Cantoná y cuando tu mayor fuente de chistes es Josep Stalin o tienes un problema o tienes un problema muy serio. La Revolución Francesa sigue siendo un buen punto de partida. El Comité de Salud Pública una herramienta básica de trabajo. Paracuellos del Jarama, una torpeza inmensa. No se puede reducir una verdadera ideología a un estereotipo político.
Quizás no me haya explicado con claridad, porque claridad es lo que no encuentro en este mundo, en este insignificante momento que nos ha tocado vivir, y quizás sea cierto aquello de que asumir esto puede hacerte más feliz. Tal vez sea el momento de levantar un nuevo credo o de enarbolar una vieja y raída bandera que portada por una mujer que muestra sus pechos sobre un montón de cadáveres avancé hacia la Idea. Quizá podríamos terminar transcribiendo una frase de Bakunin, que refleja en buena parte su carácter. «Marx me llamó un idealista sentimental, y tenía razón; yo le llamé un hombre vanidoso, pérfido y pícaro, y yo también tenía razón».
Amor y goretex, ese es mi lema.
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