17 de marzo de 2010

Marrones

Trabajar, ese sin sinecuanum de la vida. Que complejo es ese ir y venir, de aquí para allá, peaje de nuestra subsistencia. Una experiencia plagada amargura, trufada de estreses, de faltas de sueño y algún que otro problema gordo. Y de eso me gustaría hablar en este post. De lo que conocemos vulgarmente como un marrón. Contratiempo, traba, obstáculo, disgusto, preocupación, aprieto, incóginta o inconveniente son algunas de las palabras que me vienen a la mente cuando visualizo este tema.

¿Te suena?

La mente se torna confusa, y en el calor de una discusión de repente comenzamos a escuchar de nuestra boca ideas con las que ni nosotros mismos estamos de acuerdo. Todo comienza con un malentendido, que resulta la chispa que detona la dinamita. Algo explota y vas corriendo a apagar el fuego (una sensación muy común en el curro) y la mayoría de veces con mayor o menor agobio consigues sofocar los problemas de cada día. Pero hay ocasiones en las que algo escapa a tu control. Una mala decisión, un olvido o un error de cálculo pueden convertirse en un monstruo de esos que viven en los armarios y atormentan a los niños.

Eso digo yo

Casi siempre es un coñazo quitarse un marrón de encima. Son historias que roban nuestra paz interior si fueran Paul Newman y Robert Redfort en El Golpe. Pero todo pasa, las peores tormentas acaban en un día de sol, las peores pesadillas en despertares, los inviernos más duros terminan en las primaveras más extraordinarias. Y al igual que los superguerrers del espai se hacían más fuerte en las piscinas esas de agua todo cableados y después caneaban al que le había dejado medio muerto, nosotros también nos hacemos más fuertes después de cada embate. No cabe duda que todos hemos de pasar por las dificultades, y a sabiendas de que según Woody Allen 'comedia = drama / tragedia + tiempo', es divertido pensar que los problemas de hoy son las carcajadas de mañana.

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