La otra noche pasamos delante de una casa que tenía unas luces de navidad en el jardín que no soy capaz de describiros. No encuentro palabras para explicar lo que vi. Entre algunos de nosotros podría funcionar aquello de "Bi-bi-bizar". Lamento muchísimo que ha sido una de las pocas ocasiones en las que no he llevado la cámara de fotos encima. Venía siendo un jadín con millones de bombillas, muñecos de nieve y soldaditos de plomo hichables e iluminados por dentro, del tamaño de una persona, con un tren de estos de juguete recorriendo todo aquel espectáculo.
Comer en el Mall es uno de tantos ejemplos de que en cada gesto uno genera un huevo de basura. En otras ocasiones me había visto reacio a aquella extensión, intentando no dejarme seducir y embaucar por todo aquel desproporcionado monstruo del capitalismo. Un centro comercial tan grande que cabían dentro creo que todos los centros comerciales de Madrid, y que en unas 6 horas vimos como el 60% de las tiendas. Pero en esta ocasión llevaba preparados mis dólares y me sentí como un cazador dispuesto a renovar mi estropeado y maltrecho fondo de armario a la mitad de precio (literalmente) que nuestra penosa economía en Madrid no me permitía mejorar. Fue agotador, pero me he pilado unas cosas bien chingonas.
Dejando atrás Texas, y ya de lleno en México, todo cambia. El miedo a las irregularidades o ilegalidades se torna relajo y despreocupación. Y el cambio de conducción nada más pasar la frontera se deja notar en las revoluciones del coche. Tras el siempre divertido paso por la frontera en la que ellos no están acostumbrados a mi, ni yo a ellos, paramos a comer en el rancho. Huevos divorciados, tacos, y un agua de sandía que me transpotaba a la primera vez que atravesé esta línea divisora entre los hombres, que según me han contado es de las más multitudinarias del planeta. Me gustó la sensación de notar que ahora, mucho más que las veces anteriores, estaba preparado para apreciar este viaje.
Comer en el Mall es uno de tantos ejemplos de que en cada gesto uno genera un huevo de basura. En otras ocasiones me había visto reacio a aquella extensión, intentando no dejarme seducir y embaucar por todo aquel desproporcionado monstruo del capitalismo. Un centro comercial tan grande que cabían dentro creo que todos los centros comerciales de Madrid, y que en unas 6 horas vimos como el 60% de las tiendas. Pero en esta ocasión llevaba preparados mis dólares y me sentí como un cazador dispuesto a renovar mi estropeado y maltrecho fondo de armario a la mitad de precio (literalmente) que nuestra penosa economía en Madrid no me permitía mejorar. Fue agotador, pero me he pilado unas cosas bien chingonas.
Dejando atrás Texas, y ya de lleno en México, todo cambia. El miedo a las irregularidades o ilegalidades se torna relajo y despreocupación. Y el cambio de conducción nada más pasar la frontera se deja notar en las revoluciones del coche. Tras el siempre divertido paso por la frontera en la que ellos no están acostumbrados a mi, ni yo a ellos, paramos a comer en el rancho. Huevos divorciados, tacos, y un agua de sandía que me transpotaba a la primera vez que atravesé esta línea divisora entre los hombres, que según me han contado es de las más multitudinarias del planeta. Me gustó la sensación de notar que ahora, mucho más que las veces anteriores, estaba preparado para apreciar este viaje.
Prometo fotos a la vuelta...de momento, only coments.
3 comentarios:
Así que por allí andas... que pendejo!
Buenas reflexiones sobre esos personajes peculiares llamados "yankies" y su idolatrada sociedad infectada de "hipocresitis". Disfruta de tierras mexicanas.
Hola enano! Te saludamos con sabor de mermelada de boniato y esperamos que estés disfrutando de tu estancia en la tierra del taco. Un abrazo desde la meseta.
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